En Panamá, país desde el que te hablo semana tras semana, se celebra hoy el regreso a clases. Con mucho entusiasmo, los padres hoy llevarán a sus hijos al colegio, le tomarán orgullosos la foto del primer día de clases para el recuerdo e iniciarán un nuevo camino hacia la educación a la que todo niño debe aspirar. ¿Vieron el video del regreso a clases gracias a Maped? Si aún no lo has visto te invito a que lo hagas en nuestra cuenta de Instagram @equipajedeunamujer para que conozcas todos los productos que tiene Maped para este regreso a clases y como dijo mi pequeña hija, la educación no solo es un deber de los padres sino también un privilegio del cual nuestros hijos gozan ya que en algunos países y culturas la educación es limitada para ciertas clases sociales o inclusive géneros, y definitivamente desde este punto de partida podemos evidenciar porqué algunos crecen en desventaja. Sin embargo, ¿Qué pasa con aquellos que tienen las mismas oportunidades y simplemente no triunfan?
Partiendo de la premisa que más allá de su significado textual, el triunfo es subjetivo; al igual que el éxito y la felicidad. No son sentimientos; son estados de ánimo, circunstancias y/o situaciones. Lo que para algunos puede representar la felicidad plena, para otros no. Crecemos con la programación de que debemos de estudiar para “ser alguien en la vida” ¿Les suena esto familiar?
Desde niños los padres comenzamos a colocarle exceso de equipaje a nuestros hijos con nuestras expectativas, algunas veces inclusivo traspasándoles nuestros propios sueños como si fuesen nuestra continuidad, y no ¡No lo son! Al igual que nosotros tampoco somos la continuidad de nuestros padres y es que quizá muchos no conozcan otra fórmula porque somos el resultado de nuestras experiencias. Por años la sociedad se ha enfocado en las calificaciones, en la educación académica, pero ¿Es esto garantía de algo? ¿Las buenas calificaciones en realidad te llevarán a ser “alguien en la vida”?
Crecemos con esta creencia (limitante aunque no lo parezca) de que buenas calificaciones nos garantizarán el éxito. Nos motivan a ser buenos estudiantes. A estudiar, a sacar la calificación máxima, inclusive hay papás que consiguen que sus hijos estudien con sobornos “Si sacas buena nota, te regalo aquello” ¿Es acaso la vida adulta así? ¿Acaso cada vez que logramos una meta o cumplimos con nuestro trabajo nos dan algo a cambio?
Vivimos en la burbuja del ciclo de la vida: estudiar, encontrar trabajo, casarse, reproducirse, fin. Y así muchos en verdad crecen creyéndose el cuento de que “ser buen estudiante” los llevará a “ser alguien en la vida” y cuando decimos alguien claramente no nos referimos a un “alguien cualquiera”… hablamos de un “Alguien importante” “Alguien sobresaliente”, pero ¿Qué pasa cuando llega el momento de enfrentar el mundo real y nos damos cuenta que afuera las calificaciones son solo números? ¿Qué pasa cuando nos enfrentamos al mundo y nos damos cuenta que hay personas mucho más “inteligentes” que nosotros? Y cuando digo inteligentes me refiero a la famosa inteligencia emocional.
Bill Gates, uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo, era un estudiante promedio, inclusive confiesa haber fracasado en varias asignaciones en la universidad, a diferencia de uno de sus compañeros de clases que se llevó todos los honores. Se graduó como un gran ingeniero en sistemas, hoy día trabaja en Microsoft compañía creada y liderada por Bill Gates. Pero ¿Cómo es que el más inteligente de la clase terminó siendo empleado del estudiante promedio? ¿Cómo es eso posible?
Bill Gates asegura que existe el llamado Capital social, aquel que cultivas cuando inviertes tiempo socializando, lo que hoy día le llamamos Networking y lo que nuestros abuelos le llamaban “Dime con quién andas y te diré quién eres” ¿Con quienes inviertes tu capital social? ¿Estás con las personas correctas? ¿En algún momento te has preguntado con quién comparte tu hijo o hija las horas del recreo? ¿De qué más nutre su cerebro? Las amistades nos estimulan o no. Nuestras elecciones hablan de nosotros. Las conversaciones que sostenemos, los temas, las ideas, todo es parte de nuestro capital humano.
Paul Allen, “The idea man”, era el hombre detrás cada idea que luego Bill convertiría en un negocio potencial. ¿El secreto? Cada uno conocía sus fortalezas y debilidades y las usaban a su favor.
Ser exitoso en la vida no es cuestión solo de conocimiento, sino también de actitud. Definitivamente que el conocimiento es poder, pero no es lo determinante para triunfar. Se dice que el 90% de las personas exitosas poseen en común rasgos que hablan de su inteligencia emocional: la empatía, disciplina, auto control, la resiliencia. Son “doers” “protagonistas” personas que no esperan a que las cosas pasen, sino que hacen que pasen. Pero sobre todo saben enfrentar los problemas. Un adulto que durante toda su niñez o adolescencia estuvo acostumbrado a siempre ganar, a jamás “fracasar” no desarrolla un nivel de frustración adecuado para enfrentar las vicisitudes de la vida. El más mínimo obstáculo lo detiene, ya que durante su crecimiento nunca tuvo que lidiar con situaciones en donde no fuese el mejor. Eso en el mundo real, no existe.
Con esto no quiero decir que estudiar no es importante o relevante, por supuesto que lo es, pero no es el todo, es una parte de la base. ¿Cuántas veces no hemos conocido personas súper talentosas sin ningún tipo de logros? Y es que el talento, a pesar de lo que muchos creen, equivale solo al 4% de lo que se necesita para triunfar. Bien lo menciona John Maxwell en su libro “El talento nunca es suficiente”. Los talentos se desarrollan, las habilidades técnicas, todos somos capaces de aprender a hacer muchas cosas si nos lo proponemos, pero que todos seamos capaces no es sinónimo de que todos lo podamos hacer. Se requiere más que talento o conocimiento, se requiere de disciplina, constancia, pero sobre todo entereza para cuando desees desmayar, para cuando las cosas no vayan como lo planeaste puedas seguir.
Vivimos en la era de la inmediatez, todo lo queremos para ya, todo es urgente. No sabemos esperar, queremos evidenciar resultados de ipso facto y si no es así nos frustramos con facilidad. Y así igual las nuevas generaciones, sin disciplina, sin constancia, desistiendo al primer intento porque deseamos evitarles sufrimientos, “que no pase los mismos páramos que yo pasé” “quiero que tenga todo lo que yo no tuve” ¿Les suena esto familiar?
Demostrarles a nuestros hijos que se requiere más que ser talentoso y académicamente inteligente es un regalo, un regalo que les servirá para enfrentar la vida cuando les toque soltar nuestras manos. La única manera de que nuestros hijos e hijas comiencen a ser protagonistas de sus historias es demostrándoles que tienen en sus manos las herramientas y ayudándolos a utilizarlas para cuando el camino no sea tan placentero.
Recuerden mis queridas doñas, todos tenemos una dosis de talento, sin embargo, no todos tienes la fuerza de voluntad y la famosa motivación. Lamentablemente otro de los grandes cuentos que nos comimos, la tan mencionada motivación. La motivación es una utopía, no siempre te vas a sentir motivada, por eso debes ser disciplinado.
Con amor,
Stef Nieto